Trump ganó. ¿Qué sigue?
Por: Juan Fernando Palacio
Profesor de Relaciones Internacionales, Universidad de Antioquia, juanfernandopalacio@gmail.com
Los electores optaron por un cambio radical. Cambio habrá.
Luego de una campaña reñida y agresiva en la que primaron los mensajes
del nativismo y el miedo, Donald Trump ha sido elegido de nuevo como presidente
del país más poderoso del mundo.
Las encuestas predecían un desenlace más ajustado y días de incertidumbre
mientras se determinara el ganador. Lejos de ello: la tendencia favorable a
Trump se marcó desde muy temprano en la noche del martes y para la media noche
su triunfo era claro, contundente, y más amplio que el de hace ocho años cuando
ganó su primer mandato presidencial. Trump ahora no sólo es elegido por un
amplio margen del colegio electoral, sino que consigue el “voto popular”: aunque
irrelevante desde el punto de vista electoral, el hecho de que en esta ocasión
la mayoría de ciudadanos sí haya votado por él agrega un peso simbólico que no
se puede subestimar.
A pesar del ascenso de Kamala Harris al tiquete demócrata luego de la
decisión de Joe Biden de hacerse al lado, y tras una aguerrida campaña en los
últimos cien días, en la que se recaudaron más fondos que los del bando
opositor, el Partido Demócrata no logró despertar el suficiente entusiasmo
entre el electorado y el momentum inicial se evaporó. Posterior a la
obstinación de Biden de seguir en la contienda, no puede decirse que la campaña
demócrata haya cometido errores crasos que expliquen tamaña derrota. Sin
embargo, los resultados dan cuenta de equivocaciones estratégicas en la
priorización de los mensajes políticos de la campaña ante una población
claramente insatisfecha con el deterioro de sus finanzas domésticas de los
últimos años, preocupación con la que la campaña de Trump supo conectarse
mejor.
No obstante, los resultados de ayer también dan lugar a otras preguntas
más incómodas de las que menos se quiere hablar. ¿Puede una candidata mujer
despertar suficiente confianza entre el electorado tradicional en el actual
momento histórico? Cabe recordar que los dos triunfos electorales de Trump han
sido contra candidatas mujeres y su única derrota contra Biden. Y, ¿puede
despertar suficiente confianza en ese electorado tradicional siendo esta
candidata de origen migrante no europeo? No es descartable que alguna proporción
de los resultados se expliquen por factores que vayan más allá de las
competencias o de las propuestas políticas de Harris. La equidad de género todavía
se encuentra en el plano de las aspiraciones en nuestra sociedad, no de las realidades.
Ahora bien, ¿cuál es el nuevo horizonte?
El tema es muy grande para agotarse apenas en esta reflexión, pero
algunos puntos evidentes merecen destacarse desde ya.
La amplitud de su mandato y el nivel de dependencia de su círculo de
asesores más cercano le aseguran a Trump menos contrapesos internos de los que
tuvo en su mandato 2017-2021. Lo que en el plano económico le puede significar
una mayor flexibilidad para fomentar el crecimiento y la creación de empleo en
el corto plazo, en los planos político y externo puede tener efectos
potenciales desestabilizantes. Su propuesta de deportaciones en masa a
inmigrantes irregulares podría tener efectos económicos y fiscales negativos
para un país que requiere de mano de obra de bajo costo para dinamizar su
economía, sin mencionar sus efectos sociales y el riesgo de que se legitime y
se dispare la xenofobia en el país. Sus planes de elevar aranceles a China y a
otros países obligarían un reajuste a nivel local en el que muchos sectores de
la economía estadounidense también sufrirían. Su discurso de odio contra los
medios de comunicación tradicionales y contra sus opositores políticos (el
pasado 1 de noviembre fantaseó con la idea de que un pelotón de fusilamiento se
entrenara disparándole a la opositora republicana Liz Cheney) se podría
traducir en violencia real contra la población y en supresión de los derechos
civiles.
La gran pregunta que nos hacemos todos es qué tanto de sus planes
iniciales de campaña y qué tanto de la impulsividad y de la agresividad retórica
características suyas se traducirán en acciones y en políticas. Un manto de
incertidumbre lo cubre todo por ahora. Lo que sí es claro es que la montaña
rusa mediática y el gobernar a través del tweet que fueron la constante de sus
primeros cuatro años de mandato volverán a ser el pan de cada día de los cuatro
años por venir.
Asimismo, la nueva realidad política de los Estados Unidos exigirá un reajuste
total en la política exterior del mundo entero. El nuevo giro aislacionista de
este país sacudirá los cimientos de la alianza atlántica y las bases del
multilateralismo que hemos conocido en las últimas ocho décadas. Puede decirse
sin pretensiones que estamos ante el desarrollo histórico más significativo que
ha tenido lugar en el sistema internacional desde el final de la Guerra Fría.
En su discurso de aceptación de su triunfo esta madrugada, Trump afirmó que
este era el momento para acabar con todas las divisiones y para que el país
volviera a sanar. En medio de la polarización política actual y con todo lo que
está en juego, la capacidad de sanar del país en los próximos meses está por
verse.
(Imagen: The New York Times)
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