¿Trump 2.0?


Por: Juan Fernando Palacio

Profesor de Relaciones Internacionales, Universidad de Antioquia, juanfernandopalacio@gmail.com

Que nadie lo dude: un segundo gobierno de Trump sería más peligroso que el primero.

No es un asunto de partidos ni de preferencias políticas. Es un asunto de competencias, de valores personales y de impulsos.

Y no es que el gobierno Biden esté libre de críticas o que un gobierno demócrata sea per se más idóneo. Pero la disyuntiva a la que se enfrentarán los votantes estadounidenses este noviembre será entre dos alternativas radicalmente distintas.

El cuatrienio 2017-2021 de Trump se caracterizó por declaraciones incendiarias, actos irresponsables, montañas rusas mediáticas y desinformación constante de proveniencia directa de la presidencia. Su narrativa nativista e intimidadora atenuó divisiones sociales en suelo nacional y puso bajo presión extrema las alianzas tradicionales del país en el exterior. Luego de un manejo errático de la pandemia – la catástrofe pública de mayor relieve de los últimos años – el telón de su gobierno cerró con el tono sombrío de no haber reconocido su derrota electoral, de haber agitado a una turba que se tomó violentamente el Capitolio en Washington, poniendo en peligro de muerte a los legisladores estadounidenses, y de no haber hecho presencia en el discurso inaugural de su sucesor, en contravía a la tradición nacional de transición pacífica del poder.

Y, sin embargo, esta versión 1.0 de Trump en el poder fue una versión matizada y contenida. Trump se ganó la nominación republicana por sorpresa, pero, todavía un outsider, gobernó acompañado de figuras tradicionales del establishment de su partido, que les hicieron contrapeso a sus impulsos y que le brindaron algún grado de efectividad y coherencia a su gobierno. Pero los H. R. McMasters y los John Kellys de otrora, los Rex Tillersons, los John Boltons y los Mike Pences de su primer gobierno están ya demasiado lejos de su círculo de acompañantes, y su base política no ha querido escuchar las actuales expresiones de repudio de todos ellos sobre lo que significó haber trabajado para Trump en el gobierno.

Un Trump 2.0 sería diferente. En febrero pasado una corte de Nueva York ordenó a la Organización Trump pagar 355 millones de dólares por engaño y fraude; a la base política de Trump no le importó. En mayo Trump fue condenado en otro juicio por haber intentado manipular las elecciones pasadas al sobornar a una actriz porno para que no revelara públicamente un encuentro sexual con él – convirtiéndose en el primer presidente o expresidente de la historia de ese país que llega a ser un criminal convicto –; a la base política de Trump tampoco le importó. En diciembre había bromeado afirmando que reelegido presidente se comportaría como un dictador por un día; y este rapto autoritario tampoco le preocupó a su base política.

Rompiendo con la tradición institucionalista del país, la convención republicana, que acaba de nombrarlo oficialmente como candidato, se convirtió en un ejercicio de culto a la persona. Más aún luego de que sobreviviera, por fortuna, a un terrible intento de asesinato, auto-invistiéndose desde entonces de una aureola de divinidad.

El hecho clave de la convención para que constatemos cómo sería un segundo gobierno Trump fue su elección de J.D. Vance como fórmula vicepresidencial, senador joven de Ohio sin mucho peso propio que en los últimos años ha contorsionado sus ideas políticas a la imagen de la cosmovisión de Trump. Este nombramiento no significa nada distinto a que Trump interpreta que no necesitará de cuestionamientos, ni contrapesos, ni concertaciones internas dentro de su gabinete y partido como los que hubo en su primer gobierno. Obediencia o picota. Y estas serían condiciones tremendamente graves para la gestión de la primera potencia del mundo.

Estamos ante un escenario de polarización, populismo, posverdad y descalcificación de la democracia en el que es muy factible que se elija a un presidente irresponsable e indolente, y ya desinhibido, al que le cuesta tan poco mentir, ante unos seguidores a los que les es tan fácil creer.

(Texto publicado como el editorial del Newsletter de agosto de 2024 de la Red Colombiana de Relaciones Internacionales, RedIntercolImagen: The Japan Times) 

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