¿Puede Colombia descuidar a Estados Unidos?
Por: Juan Fernando Palacio
Profesor de Relaciones
Internacionales, Universidad de Antioquia, juanfernandopalacio@gmail.com
Si no se elige bien el lenguaje, la relación bilateral puede entrar en un mal momento.
Aunque el
crecimiento de los países emergentes le ha quitado peso relativo a su economía,
los Estados Unidos siguen siendo la primera y la más dinámica economía del
mundo. Según las últimas cifras del Banco Mundial, de los 97 billones de
dólares corrientes que representan el Producto Interno Bruto mundial en 2021,
este país de apenas 330 millones de habitantes produjo alrededor de 22 billones
de dólares, lo que representa el 24% de la generación de riqueza del mundo.
Bajo este indicador, China representa el 18%. Estados Unidos sigue manteniendo
primacía en innovación tecnológica y es el centro financiero y bursátil más
importante del mundo, por lo que atrae flujos financieros con facilidad en momentos
de incertidumbre sobre la economía mundial como los actuales.
Además de su
lugar en el mundo, no hay que olvidar que Estados Unidos continúa siendo el
socio comercial más importante para la economía colombiana. Según el DANE, en
2021 fue el destino del 26% de las exportaciones de Colombia contra un 13% de
la Unión Europea y un 9% de China. Mientras que los países del Cono Sur hasta
Perú han encontrado en China a su principal destino en los últimos años, desde
Ecuador hasta México Estados Unidos mantiene el primer lugar en casi todos los
países. Por lógica de contigüidad geográfica en la cuenca Caribe esta tendencia
permanecerá todavía por mucho tiempo.
Además de
eso, Estados Unidos es el primer origen de la Inversión Extranjera Directa que llega
a Colombia, representando el 17% en la última década. Estados Unidos es el
destino de alrededor de un 34% de la emigración colombiana, pero puede
representar hasta un 42% del total de remesas que percibe el país, que hoy
representan cerca de un 1,8% del PIB de Colombia. A modo de comparación, las
remesas totales en 2021 fueron de 8.600 millones de dólares, casi idénticas a
los 8.400 millones de inversión extranjera que han llegado a Colombia entre
enero y septiembre de este año, lo que da una dimensión de su impacto en la
economía nacional. Junto con ello, Estados Unidos es el principal destino del
comercio de servicios del país y puede representar hasta un 55% del total
nacional.
Si estas
cifras demuestran que la relación económica de Colombia con Estados Unidos es
vital, algo muy similar hay que decir de la importancia en términos globales de
la relación bilateral para Colombia. A pesar de la gran complejidad de esta
relación, estos dos países han construido una relación especial a lo largo de
décadas. Estados Unidos ha sido un gran aliado de Colombia para la construcción
de institucionalidad y para la modernización del Estado en diversas épocas de
los siglos XX y XXI. El Tratado de Libre Comercio entre los dos países, que está
cumpliendo una década, sin duda no ha cumplido con todas las expectativas, pero
ha constituido un gran logro, permitiendo que Colombia pasara de 5 mil a más de
11 mil productos con desgravación no temporal sino permanente para el acceso al
mercado estadounidense, unas ventajas de las todavía falta mucho por
aprovechar. Además de esto, la relación constructiva con Estados Unidos ha servido
de carta de presentación para Colombia en su cooperación creciente con la OCDE,
con la OTAN y con otros países en otras geografías, como Japón, Corea del Sur,
entre otros. No cabe duda que el pragmatismo de Colombia en la construcción de
esta relación bilateral ha sido clave de ese éxito.
Por otro
lado, Colombia es, a su vez, de importancia estratégica global para los Estados
Unidos. Se trata de su segundo socio estratégico más importante en América
Latina después de México y el primero en cuanto a relación de confianza. Por sus
dimensiones y ubicación geográfica es estratégico para la seguridad de Estados
Unidos. No es gratuito que Colombia sea uno de los 10 más importantes
destinatarios de asistencia gubernamental de este país en el mundo y el primero
en América Latina, a pesar de tener menos de la mitad de la población de México
y de no ser un país limítrofe.
Es claro que
una política exterior saludable para Colombia requiere del cultivo de
relaciones comerciales y diplomáticas con muchos otros actores del sistema internacional
y que mientras más productivas y sólidas sean estas relaciones más equilibrada
será también la relación con Estados Unidos, por la natural asimetría que
existe. Pero también es claro que para Colombia la relación bilateral con
Estados Unidos es tan crucial que no se le puede considerar reemplazable. De
ninguna manera es del interés nacional de Colombia que se enrarezcan sus
relaciones con su socio del norte. Desafortunadamente, no obstante, ese es un
riesgo que el gobierno colombiano está corriendo en los primeros días de
ejercicio de la nueva presidencia.
Son varios
los aspectos positivos que se pueden citar de los primeros días del nuevo
gobierno. El nivel de algunos de los nombramientos ministeriales, como Cancillería,
Educación, Hacienda, entre otros, demuestran que el presidente no teme tener
discusiones difíciles dentro de su propio gabinete y que se está gobernando con
moderación y con representación de múltiples corrientes políticas. El
nombramiento de Luis Gilberto Murillo como nuevo embajador en Washington,
además, es una propuesta muy interesante. Y, en general, en medio del giro
natural de las prioridades políticas del nuevo gobierno, se han dado muestras
de voluntad de cooperación bilateral, que se suman a una actitud muy
constructiva de parte de Estados Unidos, visible desde las posturas del
secretario Blinken hasta las declaraciones del embajador Palmieri. Puede decirse
que a nivel del servicio diplomático y de lo operativo de la relación bilateral
todo va bien, pero hay por lo menos dos asuntos que preocupan.
El primero tiene
que ver con el tono más animoso que se está usando para elevar la nueva serie
de demandas que ha traído consigo el nuevo gobierno Petro al gobierno
estadounidense. Es un asunto más de tono que de dirección. Es cierto que podría
ser de conveniencia de Colombia una revisión del TLC, pero sería peligrosa y
sobre todo muy engorrosa e impredecible una negociación. Aunque hoy todavía
suena extraña y atrevida una política de legalización de la coca, muchas voces
de expertos respaldan esta iniciativa como la única manera de cortar de raíz el
principal motor de violencia en la región, y si bien Colombia puede proponer
esta iniciativa debe reconocer que un cambio en Estados Unidos al respecto es
inviable en el corto plazo. Algo similar sucede con la idea de que los
migrantes irregulares colombianos tengan un estatuto especial en Estados Unidos
o que la visa de turismo estadounidense sea eliminada con prontitud. Estas
metas pueden ser deseables para Colombia, pero si el tono de la exigencia se
eleva, sin reconocer que para muchas de estas demandas es necesaria una
convergencia que sólo sucederá en el largo plazo, la relación bilateral puede
deteriorarse y puede ponerse en riesgo la cooperación en muchos frentes donde
sí hay oportunidades de trabajo constructivo en el corto plazo.
Y el segundo
asunto que preocupa es la tentación del discurso populista de parte del
presidente Petro. Ya habían tenido lugar algunas declaraciones y tuits del
presidente que han encendido alarmas sobre la estabilidad jurídica de la
inversión en el país, pero las palabras del presidente el pasado 19 de octubre
en Urabá en contra del gobierno estadounidense por cuenta de la política
monetaria de este país y sus efectos cambiarios en el mundo fueron un
escalamiento todavía más grave. Decir que “se está saqueando a Latinoamérica” y
que “Estados Unidos está arruinando a las economías del mundo” no sólo es
inexacto, sino que sólo puede tener un efecto positivo para avivar a ciertas
bases populares del partido de gobierno, pero para poco o nada más. Por más que
el servicio exterior de un país funcione bien, la cabeza de la diplomacia de cada
país siempre será su jefe de Estado y lo todo lo que este diga o haga va a
establecer el tono de las relaciones. Declaraciones de este tipo son inconvenientes,
no facilitan una diplomacia efectiva y con ellas se corre el riesgo de que se
mine la confianza en la relación bilateral. Queda latente la pregunta de si
este tipo de actuaciones están siendo interpretados desde la presidencia como
descuidos retóricos que deberán corregirse en el proceso de acomodación del
nuevo rol o si se trata de las puntadas iniciales de lo que podría convertirse
en un nuevo patrón de acción. Es importante que el nuevo gobierno ayude a
despejar dudas, reencausando su curso de acción.
Colombia
puede beneficiarse ampliamente de la cooperación bilateral con Estados Unidos
en este nuevo cuatrienio y las prioridades del nuevo gobierno sin duda podrán
verse reflejadas en cambios significativos en la agenda de cooperación binacional.
Son muchísimas las oportunidades que Colombia debe aprovechar con Estados
Unidos en materia de comercio y cooperación. Sin embargo, es necesario resistir
la tentación de los discursos revanchistas anti-hegemónicos y las
reivindicaciones sobre injusticias históricas. A Colombia le conviene mucho más
una actitud pragmática y constructiva, derivada de una lectura realista de lo
que es viable en el corto y mediano plazo y de lo que no, y seguir trabajando
con Estados Unidos en metas conjuntas, con consciencia de valores comunes y de
futuro compartido.
(Imagen: infobae)
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