Temores de recesión
Por: Juan Fernando Palacio
Profesor de Negocios Internacionales, Universidad EAFIT, juanfernandopalacio@gmail.com
La economía mundial se dirige hacia una fase de crecimiento débil.
Hace un año la
economía mundial lucía con un mejor pronóstico que el actual. De la mano de un
avance significativo en las campañas de vacunación, la recuperación económica mostraba
un vigor tan fuerte como fuerte fue la caída de la economía al inicio de la
pandemia en 2020. De hecho, mientras que la economía mundial se contrajo un
3,5% en 2020, ésta creció un 6,1% para 2021. En la actualidad, en cambio, si
bien el mundo ha continuado su avance hacia una normalización post-pandemia,
con sectores como el turismo en franca rehabilitación, el panorama de la
economía mundial comienza a mostrar nubarrones grises.
El último
reporte de perspectivas de la economía mundial publicado el pasado 26 de julio
por el Fondo Monetario Internacional pronostica un crecimiento del Producto
Interno Bruto (PIB) mundial de apenas 3,2% para 2022 y 2,9% para 2023. Al día
siguiente, la Oficina de Análisis Económico de Estados Unidos (BEA, por sus
siglas en inglés) publicó las nuevas cifras del PIB, confirmando que en el
segundo trimestre del año la economía estadounidense decreció en un 0,9%, sumándose
al decrecimiento de 1,6% que había tenido en el primer trimestre. Los economistas
en general declaran la existencia de una recesión cuando un país tiene crecimientos
inferiores al -0,5% por dos trimestres consecutivos, justo lo que acaba de
suceder allí.
Las cosas
tampoco lucen bien en el resto del mundo. Mordida por las sanciones, Rusia se
dirige a una caída del 6% para este año y del 3,5% para el año próximo. Tanto
en la zona euro como en Asia, África, Medio Oriente y América Latina se
presentan signos de desaceleración. China, que ha tenido el crecimiento más
ejemplar de las últimas tres décadas con tasas superiores al 7% y a veces al
10, hoy golpeada por los confinamientos estrictos de la política de cero Covid,
se proyecta para crecer sólo un 3,3% este año. Descontando el primer año de la
pandemia, este sería el crecimiento más bajo de China en los últimos 40 años.
Detrás de
este pobre desempeño económico se encuentra una elevada inflación en todo el
mundo. De hecho, las tasas de inflación han sido la principal preocupación
macroeconómica en medio de la recuperación subsiguiente al primer choque de la
pandemia y son múltiples los factores que la explican. Aunque la disrupción de
las cadenas globales de suministro así como el choque de oferta en los precios
de los alimentos y de la energía ocasionados por el conflicto en Ucrania han
jugado un papel muy importante, es imposible entender los altos niveles inflacionarios
actuales si no se tiene en cuenta el sobreestímulo que recibió la economía por
las políticas monetarias expansivas que hicieron los bancos centrales del mundo
para aliviar la abrupta caída del inicio de la pandemia. Ahora que la Reserva Federal
de Estados Unidos y los demás están elevando con agresividad sus tasas de
interés para contrarrestar este recalentamiento es cuando los efectos contractivos
en el crecimiento económico se hacen evidentes.
No todo
pinta mal, no obstante. En las economías desarrolladas el sector privado y las
finanzas de los hogares lucen fuertes. En Estados Unidos la tasa de desempleo
se encuentra en descenso en 3,6%, en bajos históricos muy similares al periodo
pre-pandemia. Hoy los niveles de aparición de nuevas vacantes superan el número
de desempleados, lo cual es un signo muy positivo de solidez de la economía. Todo
apunta a que si Estados Unidos va a entrar oficialmente en un periodo de recesión
en los próximos meses, ésta será una recesión leve que no va a encontrar
vulnerabilidades de otras índoles en el sistema financiero o en otros sectores clave
que puedan empeorar las cosas en el mediano plazo. El ciclo económico estadounidense
suele producir una recesión más o menos cada diez años. Quienes están atentos a
estos ciclos de largo plazo seguramente están diciendo “ya era hora”.
Con todo, este
panorama de desaceleración de la economía mundial es poco amigable para la
realización de reformas económicas ambiciosas en América Latina en el nuevo ciclo
político en el que ha entrado la región. La agenda social de los nuevos
gobiernos debe sin duda balancearse delicadamente con la creación de oportunidades
de crecimiento para estos países, pues las fuentes externas de crecimiento para
la región no van a estar muy generosas en el corto plazo.
(Imagen: McKinsey & Company)
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