¿Está emergiendo la “Europa geopolítica”?
Por: Juan Fernando Palacio
Profesor de Relaciones Internacionales, UPB Medellín, juanfernandopalacio@gmail.com
El conflicto en Ucrania marca un punto de inflexión para la integración europea.
Luego de diez
convulsionadas semanas que han corrido desde el inicio de la invasión rusa a
Ucrania y de muchos desenlaces inesperados, la política internacional ya no es
la misma. Y, en especial, el continente europeo está siendo testigo de unas
transformaciones aceleradas que hasta hace muy poco parecían improbables sino
imposibles.
Y no sólo es
que países como Finlandia y Suecia están considerando convertirse en miembros
de la OTAN o que Alemania esté dando el mayor giro a su política exterior desde
el final de la Segunda Guerra Mundial, sino también que las instituciones
comunitarias de la Unión Europea están actuando con especial vigor y
consistencia ante lo que se ha convertido en la mayor amenaza a la paz y
seguridad del continente en más de siete décadas.
Aunque la
Unión Europea constituye el proyecto de integración económica y política más
ambicioso y exitoso de la era moderna no son pocos los que lo miran con desdén
e incredulidad. Su burocracia supranacional parece muy distante de los
ciudadanos de a pie; sus procesos de toma de decisiones muy lentos y elusivos;
su línea de mando laberíntica y débil, en la que los intereses de pocos países,
o de terceros como China a través de éstos, pueden imponerse sobre el interés
comunitario. Pero si algo asombra del proceso de integración europea es su
resiliencia y su creatividad para reinventarse. El bloque de integración ha sufrido
numerosos reveses a lo largo de la historia y, sin embargo, el proyecto, lejos
de cancelarse o estancarse, encuentra caminos para seguir creciendo.
Por ejemplo, luego de que se hundiera la creación de la Comunidad Europea de la Defensa en 1954 – un plan ambicioso que creaba una política externa y de defensa común para Francia, Alemania, Italia y los países del Benelux –, el bloque fue capaz de seguir adelante con la creación del mercado común europeo a partir del Tratado de Roma de 1957. El proyecto de Constitución Europea se frustró luego de los referendos de Francia y Holanda en 2005, pero el Tratado de Lisboa de 2007 mejoró la coherencia institucional de la Unión Europea y, entre otras, consolidó su servicio exterior. La crisis de refugiados sirios puso bajo una presión inusitada a las instituciones comunitarias y su capacidad de solidaridad, pero su manejo abrió caminos a nuevos mecanismos de coordinación y a una más efectiva política de fronteras externas. El Brexit fue un gran revés por el disminuido peso relativo del bloque en el mundo con la partida del Reino Unido, pero el bloque construyó consensos firmes en las negociaciones de salida y las dificultades económicas del país saliente se han convertido en argumento a favor de la integración. Asimismo, la pandemia del Covid ha sido una crisis sin precedentes que puso en jaque a las instituciones comunitarias y, sin embargo – y a pesar de vacilaciones y procesos de aprendizaje –, la Unión Europea resurgió más fortalecida, no sólo con mandato para negociaciones comunitarias con farmacéuticas en representación de todos los estados miembros, sino también con lo que se puede considerar la génesis de una política fiscal comunitaria coordinada a través de la Comisión Europea.
Mientras que la cartilla académica de la integración es
bastante pobre en recetas más allá del plano comercial, las instituciones y
políticas comunitarias han crecido, más que por recetas, al calor de cada nueva
crisis y se han fortalecido desde la improvisación y el aprender haciendo
porque la voluntad política de seguir adelante con el proyecto se ha mantenido.
La actual
guerra en Ucrania no sólo no es la excepción, sino que es un punto de inflexión
en este proceso de integración: literalmente ha sido una prueba de fuego para
las instituciones europeas, y la institucionalidad europea ha respondido. A
pesar de que en la actualidad todas las decisiones de la UE en materia de
política exterior y seguridad se tienen que tomar por consenso, esto no ha impedido
la extraordinaria firmeza con la que el bloque ha respondido de forma
coordinada a la amenaza rusa con sanciones creativas y severas, con recepción de
refugiados ucranianos, con ayuda económica y militar a Ucrania y con la aceleración
de la expansión del bloque hacia el Este. La magnitud de la amenaza a la
seguridad comunitaria por parte de Putin está revitalizando el espíritu pro europeo
en el continente y recordándole con elocuencia a ciudadanos y a políticos por
igual el valor insustituible que entraña el proyecto de integración.
Antes de esta
guerra algunos se atrevían a decir que Ucrania como nación no existía. Y si esto
era cierto, puede decirse que la invasión de Putin despertó a esta nación, la
refundó, y, en parte gracias al admirable liderazgo de Volodymyr Zelensky, la
invasión cristalizó la identidad ucraniana. Y, de la misma manera, hay
que reconocer que también algo parecido está sucediendo con la cristalización
de la identidad europea. Se está dando un despertar de su consciencia de sí
misma y de sus amenazas tanto como de sus valores. La Unión Europea en tanto
que actor geopolítico se ha vuelto una noción más seria luego de la guerra en
Ucrania.
(Imagen: Ghana News)
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