Enmendando los descuidos del AUKUS
Por: Juan Fernando Palacio
Profesor de Relaciones Internacionales, UPB Medellín, juanfernandopalacio@gmail.com
O la importancia de saber cuándo pedir disculpas.
El nuevo
pacto de seguridad que anunciaron Australia, Estados Unidos y Reino Unido el
pasado 15 de septiembre significa un cambio drástico de la política
estadounidense en el océano Pacífico y su anuncio fue diseñado para que marcara
un nuevo capítulo de la política exterior de ese país luego del bochornoso cierre
de la intervención en Afganistán.
Denominado
AUKUS por las iniciales en inglés de los tres países constituyentes, este
acuerdo involucra una transferencia de tecnología que le permitirá a Australia
la construcción de submarinos con propulsión nuclear, lo que le dará una
codiciada ventaja estratégica y más autonomía en materia de defensa. Así no se
haya anunciado públicamente, la firma de este acuerdo demuestra el nivel de
preocupación que tiene el gobierno australiano por el progresivo aumento de las
capacidades militares de China en los últimos años. Como era de esperarse, la
reacción del gobierno chino fue de descontento por este nuevo pacto,
declarándolo una amenaza para la paz regional. Difícil sentirnos cómodos si
nuestro vecino de al lado se arma hasta los dientes. Por ahora queda al
análisis libre el si la nueva movida servirá para cristalizar un equilibrio de
poder en la región que desincentive las agresiones militares de cualquier actor,
o si haya sido arrojarle más leña al fuego a una situación ya tensa y se termine
fomentando una carrera armamentista sin salida.
Pero si la
reacción enfadada de China era algo que cualquiera anticiparía, lo que pocos se
esperaban era que el anuncio de AUKUS terminara produciendo una reacción todavía
más furiosa de parte de Francia. En efecto, Francia y Australia ya tenían un
acuerdo firmado desde 2016 que incluía el equipamiento de submarinos franceses
no nucleares, y que se revelaba como cancelado unilateralmente al momento del
anuncio del AUKUS. El que no hayan sido tenidos en cuenta los hizo sentir
irrespetados y la reacción no se hizo esperar. El gobierno retiró su embajador
en Washington y el ministro de exteriores declaró que Francia había sido apuñalada
por la espalda. Las relaciones bilaterales no habían caído tan bajo desde hace
dos décadas, cuando la intervención militar promovida por George W. Bush en
Irak era rechazada por Francia. El descuido fue grande en un asunto que habría
sido de fácil manejo previo y le llovieron tantas críticas a Washington que el
altercado con Francia terminó deslustrando la trascendencia del AUKUS.
Es por eso
que el encuentro bilateral de este 29 de octubre entre los presidentes Biden y
Macron en Roma en el marco de la cumbre del G20 tuvo tanta significancia. Las tensiones
ya se habían calmado un poco luego del impase de septiembre, pero faltaba una
reunión oficial que materializara la reconciliación. En conversación serena en la
Villa Bonaparte, la embajada de Francia para el Vaticano en Roma, los dos
líderes intercambiaron cortesías y dieron algunas declaraciones informales
conjuntas.
Lo extraordinario
del hecho fueron las palabras que Biden pronunció en público para resarcirse: “Lo
que hicimos fue torpe”, dijo, argumentando que en lo personal había actuado
bajo el convencimiento de que Francia ya había sido informada de la
finalización de su acuerdo de submarinos. Haya sido este el caso, o más bien una
mala predicción de su gobierno de lo que iba a ser la reacción de los franceses,
o una mezcla de ambas, lo que es remarcable es ver el efecto poderoso que tienen las disculpas públicas de un líder político y el reconocimiento de un error
para apaciguar las aguas en la arena internacional. Macron tuvo la ocasión de mostrarse
magnánimo, y la nación francesa recobró su honor.
Puede corroborarse
una y otra vez hasta qué punto la diplomacia entre los estados está constituida
por los elementos más básicos del sentido común de las relaciones
interpersonales. El abismo es grande entre los líderes – políticos y de cualquier
esfera – que tienen suficiente control de su vanidad como para no tener
problema en ofrecer disculpas, y los que son incapaces de este sencillo acto de
empatía.
Francia es
el aliado más antiguo de Estados Unidos, desde la mismísima guerra de
independencia contra los ingleses. Un viejo matrimonio como este no se rompe
fácil. Los intereses de Francia en el Pacífico, donde la Polinesia Francesa,
Nueva Caledonia y Wallis y Futuna son territorios franceses, están bastante
alineados con los de Estados Unidos y Australia en materia de seguridad, por lo
que la cooperación entre todos es perfectamente natural. Sin embargo, lo que
este evento demuestra es que la mera y aparente convergencia de los intereses
nacionales no es una garantía de cooperación cuando el adecuado trato
diplomático está ausente. En cambio, y por fortuna, a veces donde la
convergencia de intereses escasea, el buen trato diplomático por sí solo
termina por tender los puentes.
(Imagen: BBC)
Comentarios
Publicar un comentario