Humillación en Kabul
Por: Juan Fernando Palacio
Profesor de Relaciones Internacionales, UPB Medellín, juanfernandopalacio@gmail.com
A pesar de tan desastroso desenlace, no debe perderse la perspectiva.
Una multitud
afgana corriendo sobre la pista, desesperada por aferrarse al fuselaje de un
avión militar de carga al momento de despegar; y el video capturando el empeño
de ese gesto suicida. La humanidad, que ha visto casi de todo, todavía no
conocía esas miserias de las que fuimos testigos en los últimos días. Las
imágenes del caos en Kabul con la retoma relámpago de los talibanes van a
marcar a toda una generación en el mundo y son el brusco retrato final de otro
imperio más que muerde el polvo en la difícil geografía de este país.
Muy pocos analistas
estaban en capacidad de anticipar una retoma tan veloz de los talibanes y que
se iban a enfrentar a un ejército que en muchos casos prefirió no luchar.
Cualquier líder estadounidense habría preferido hacer las cosas distinto para
evitar una vergüenza de estas proporciones. Detrás de esto se puede pensar en
grandes fallas de inteligencia militar o en una obstinación severa, o en una
mezcla de ambas. Si se hubiera esperado al menos hasta el inicio del invierno para
la retirada, el gobierno afgano se habría sostenido en el poder por unos meses
claves, lo que habría facilitado como mínimo una evacuación más ordenada y como
máximo un pacto político que dejara a la población en mejores condiciones. Pero
es muy fácil decir cómo se pudo haber evitado derramar la leche cuando ya está
en el suelo la tinaja. No es una reflexión tan productiva.
Más
interesante es analizar por qué, a pesar del alto riesgo de humillación que
involucraba la veloz retirada de Afganistán para la potencia, el gobierno
decidió empeñarse en este curso de acción. Son tres factores a considerar.
El primero
es la decepción del gobierno estadounidense ante la crónica corrupción del
gobierno afgano: cuantiosos recursos que se esfumaban como el humo, valores
democráticos que no se interiorizaban. No contar con un aliado confiable en el
territorio que dé esperanza de frutos futuros desmoraliza a cualquier aliado.
El segundo factor es la plausible conclusión de que no importaba demasiado cómo
se hiciera la retirada: el desenlace final no cambiaría mucho.
Y un tercer factor,
de suma importancia, es el reconocimiento de la urgencia de que Estados Unidos se
concentre en lo realmente estratégico para su interés nacional. Como ejemplo, el
presupuesto que se invirtió en Afganistán habría bastado para renovar toda la infraestructura
de transportes estadounidense por una generación. La salida de Afganistán es
entonces una formidable liberación de energía y recursos para el país.
Ante todo,
hay que resistir la tentación de sacar conclusiones apresuradas. Por ejemplo,
es prematuro creer que la retirada de Afganistán va a condenar para siempre la
presidencia de Biden y le va a costar la reelección al partido demócrata.
Faltan tres años largos para que este gobierno entregue resultados en muchos
frentes, siendo para los votantes el frente doméstico mucho más importante que
la política exterior.
Asimismo, tampoco
se puede concluir que la salida de Afganistán significa que al gobierno Biden
no le importan los derechos humanos. Se trata más bien de la aceptación de que,
cuando los recursos son limitados y los resultados dudosos, los derechos
humanos deben promoverse a través instrumentos de política exterior diferentes
a la intervención militar.
Finalmente, contrario
a lo que muchos creen, tampoco se debe pensar que el desastre de Kabul es un
signo seguro del declive de la hegemonía estadounidense. En el corto plazo el
costo reputacional es grande y las víctimas colaterales numerosas, lo que
exigirá grandes esfuerzos de reparación de la potencia en los próximos años.
Pero en el mediano plazo estos eventos son menos importantes. Un hecho central
del actual orden mundial es que la supremacía militar y geoestratégica de
Estados Unidos no tiene rival visible. Es esa gran ventaja la que le da espacio
para cometer errores como los de Irak o Afganistán sin riesgos existenciales;
privilegio de muy pocos.
No debe
olvidársenos que, a los pocos años de la nada decorosa retirada de Vietnam,
Estados Unidos ganó la Guerra Fría. Y hoy Vietnam y Estados Unidos gozan de
excelentes relaciones.
Todavía está
por verse qué va a pasar para este caso el día después del día después.
(Imagen: Financial Times)
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