De vuelta al multilateralismo
Por: Juan Fernando Palacio
Profesor de Relaciones Internacionales, UPB Medellín, juanfernandopalacio@gmail.com
2021 es un año de desafíos, pero
también de oportunidades.
La decisión del
gobierno colombiano de regularizar a un millón de residentes venezolanos es una
noticia muy positiva tanto para el país como para la comunidad de migrantes y
ha hecho que Colombia de la noche a la mañana se convierta en un modelo
internacional. Una pregunta que muchos se están haciendo es: ¿Por qué se tomó
la decisión justo ahora?
Difícilmente
se habría tomado una decisión tan audaz si no hubiera cambiado tan radicalmente
el contexto internacional en los últimos dos meses. El retorno del apetito de Estados
Unidos por recuperar una posición de liderazgo internacional y sus políticas
domésticas pro migración lo convierten en un aliado muy diferente al que fue
para Colombia en los cuatro años anteriores. El retorno de ese país a la Organización
Mundial de la Salud, la contribución de recursos al programa COVAX de
vacunación y el retorno al Acuerdo de París sobre el cambio climático son
señales que empiezan a tener repercusiones y ecos en todas las regiones del
mundo. En muchos renace la esperanza de que el multilateralismo recupere
centralidad en los próximos años como mecanismo ideal para encontrar soluciones
concertadas a los problemas globales.
En ese
contexto, al regularizar a los migrantes que cruzan la frontera, un país como Colombia
aumenta su legitimidad para solicitar ayuda internacional para la asistencia
humanitaria de los migrantes venezolanos. El peso fiscal de esta asistencia ha
sido hasta ahora cubierta en su gran mayoría por el gobierno nacional, en
contraste con otras crisis migratorias igual de serias, que han contado con
recursos mayores de ayuda internacional. El respaldo verbal a las causas del
multilateralismo y de los derechos humanos, se espera, se deberán traducir
también en decisiones políticas y en recursos.
La agenda
multilateral promete mucha actividad este año, y un punto cumbre será el desenlace
de la COP26 este noviembre, la reunión de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático,
una problemática que, según advierte Bill Gates en su último libro, puede ser mucho
más destructiva para la humanidad que esta pandemia.
Lograr que
el multilateralismo funcione no es nada fácil, entre otras cosas, porque la
arquitectura del sistema multilateral es una herencia de la posguerra que no
refleja las realidades de los pesos y los protagonistas del sistema
internacional actual. Además de atender los problemas globales, una tarea del
multilateralismo en esta década es la de tratar de reformarse a sí mismo, una
meta que ha sido esquiva en los últimos años. La Fundación los Estudios
Europeos Progresivos (FEPS, por sus siglas en inglés), un think-tank
europeo, acaba de publicar un informe con
propuestas interesantes para reformar las Naciones Unidas. Algunas son clásicas,
como la ampliación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, algo que no se
ha conseguido en los últimos 55 años. Otras son más innovadoras y atrevidas,
como la creación de una Asamblea Parlamentaria de las Naciones Unidas, con algunos
poderes decisorios y parlamentarios elegidos por los votantes de todo el mundo,
dándole más legitimidad democrática, o la Iniciativa Ciudadana Mundial, un
mecanismo que le permitiría a los ciudadanos proponer iniciativas a la ONU, un
privilegio que hoy sólo tienen los gobiernos de los estados miembros. Se trata
de un debate estimulante.
Con o sin
reformas de alto calado, los más sencillos y modestos cambios de actitud de los
actores en su disposición hacia la cooperación y al diálogo pueden tener efectos
considerables. El 2021 será una prueba de qué tanto importan los cambios en
el tono del discurso en los procesos de solución de diferencias.
(Imagen: EFE)
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