¿Qué le pasó a la migración con la pandemia?

Por: Juan Fernando Palacio 

Profesor de Relaciones Internacionales, UPB Medellín, juanfernandopalacio@gmail.com  


La crisis sanitaria empeoró una situación que ya era precaria.


De Nueva York a Madrid, de Roma a Estambul, de Hong Kong a Vancouver, la migración se ha convertido en uno de los fenómenos sociales más sobresalientes de las últimas décadas y ha transformado el paisaje humano y urbano del planeta. Si para los residentes de estas ciudades es una obviedad el cómo la migración está transformando el mundo, esto todavía no es así de claro para muchos colombianos. Por el conflicto, Colombia ha sido un país de internacionalización tardía que apenas se está acostumbrando a la presencia de residentes y turistas extranjeros. Sólo el reciente éxodo venezolano está cambiando esta realidad, aunque todavía muy superficialmente si se le compara con otros países.

Pero la magnitud de la migración es colosal. Según el último Informe sobre las Migraciones en el Mundo de la OIM, en 1995 el número de migrantes internacionales era de más de 161 millones de personas, es decir el doble de la población de la Alemania unificada. Y para el año 2019 los migrantes sumaban más de 271 millones, o sea, casi la población de Estados Unidos. No sólo son aumentos en número sino también en proporción. Mientras en 1995 eran el 2,8% hoy son el 3,5%. Hoy una de cada 30 personas en el mundo es un migrante. En Suecia o Canadá, una de cada cinco personas es un migrante; en Suiza, una de cada cuatro; y en Catar, cuatro de cada cinco. El abaratamiento de los transportes y la persistencia de las disparidades de ingresos entre países apuntan a que la tendencia continuará.

Ahora bien, ¿qué le pasó a la migración con la pandemia? ¿Significó la pandemia una pausa y un descanso para este fenómeno? “Pausa”, tal vez. “Descanso”, tal vez todo lo contrario. Es necesario identificar al menos tres efectos de la actual crisis sanitaria.

El primer efecto es un declive de proporciones históricas en los flujos migratorios, seguramente el más importante desde la Segunda Guerra Mundial. El más reciente informe de la OCDE confirma que el número de permisos de residencia otorgados en la primera mitad de 2020 se desplomó en todo el mundo. No es que la migración como fenómeno haya desaparecido de un tajo; más bien, se podría decir que los cierres de fronteras y la escasez de vuelos internacionales significativamente congelaron la migración.

El segundo efecto, opuesto, es que los incentivos para la migración no disminuyen, sino que aumentan. La crisis económica causada por la pandemia se ha hecho sentir en todos los continentes. El desempleo y pobreza crecientes en los países más pobres incrementa la necesidad de migrar, y en buena medida la represa hasta que la pandemia se controle. Como muestra, la Cruz Roja ha corroborado que los migrantes irregulares cruzando el Mediterráneo en este verano aumentó frente al año pasado.

Por último, el tercer efecto ha sido un aumento de la vulnerabilidad de la población migrante en sus países de residencia, en especial de los indocumentados. Los migrantes han sido más propensos a caer en desempleo y cuentan con menos redes sociales y familiares de apoyo. Tienen más dificultades para acceder al sistema de salud y, según la OCDE, su riesgo de contagio de Covid es de más del doble que el del resto de la población. Y para los gobiernos no es fácil actuar, pues las necesidades de sus propios ciudadanos se han multiplicado con el colapso de la economía.

Ante este drama todavía tenemos más preguntas que respuestas. Necesitamos de creatividad y de solidaridad para atender esta otra crisis dentro de la crisis.

(Imagen: China Daily) 

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