Así van las presidenciales en Estados Unidos
Por: Juan Fernando Palacio
Profesor de Relaciones Internacionales, UPB Medellín, juanfernandopalacio@gmail.com
A menos de cien días del esperado 3
de noviembre, ya entramos en la recta final.
La pandemia
ha traído consigo una gran transformación de la carrera electoral por la
presidencia de los Estados Unidos, y no sólo en lo que tiene que ver con las
formas de hacer campaña por las necesidades de distanciamiento social.
Podemos
citar tres hechos cruciales en la contienda desde marzo hasta hoy. El primero,
la pandemia aceleró la selección del candidato del partido demócrata. Luego de
un comienzo disputado y concurrido, el moderado y dudoso favorito expresidente
Joe Biden, habiendo obtenido algunas victorias en estados clave antes de que
las primarias se suspendieran por dificultades logísticas, consiguió unir a su
partido alrededor de su candidatura a una velocidad impensable antes de la crisis.
Segundo, la
popularidad de Donald Trump, que hasta entonces se había mantenido en niveles
medios al parecer a prueba de cualquier cosa, se vino a pique. La tardanza en
reaccionar ante la crisis, la timidez de la reacción, el comportamiento
errático y la falta de liderazgo en el manejo de ésta es visto con disgusto por
la mayoría de estadounidenses. El manejo de la pandemia sólo es aprobado por el
30% de los votantes según las encuestas y la cifra va a la baja.
Y como tercer
y último hecho, la pandemia facilitó un singular conjunto de condiciones que
dieron lugar a las mayores protestas raciales de la historia de los Estados
Unidos luego del asesinato de George Floyd por policías en Minneapolis. Y la ola
de protestas ha sido, una vez más, mal manejada desde la Casa Blanca según la
opinión del 60% de los votantes de acuerdo con las encuestas.
El resultado
conjunto de estos factores ha sido contundente. Pasamos hace seis meses de un
pronóstico de elecciones presidenciales reñidas, en las que era muy difícil
determinar el ganador, a una brecha ahora cada vez más grande entre los chances
de cada candidato. Hoy todas las encuestas dan por vencedor a Biden, a veces
hasta por más de 10% en el voto popular y por más de 160 votos del Colegio
Electoral de los 270 que se necesita para llegar a la presidencia. Trump ganó
con 304 hace cuatro años y se estima que Biden ganaría esta vez con 350.
Además, las
últimas encuestas dan como ganador a Biden en Arizona, Carolina del Norte, Florida,
Michigan y Pensilvania, estados clave para el colegio electoral en los que
Trump había ganado hace cuatro años. Según el pronóstico del semanario
londinense The Economist, en la fecha en la que se publica este artículo Biden tiene
el 88% de probabilidades de ganar las elecciones mientras que Trump sólo el
11%. El 11 de marzo las probabilidades estaban más parejas, de 56 y 44%
respectivamente. Allan Lichtman, el historiador que se hizo famoso hace cuatro
años por ser uno de los pocos analistas que predijo el triunfo de Trump, acaba
de pronosticar que el triunfo de este año será para Biden.
Es notable, también,
que esta pérdida de popularidad de Trump esté sucediendo en consonancia con una
pérdida de apoyo público a muchas de sus iniciativas, de figuras importantes
que le fueron fiel incluso durante el fallido proceso de impeachment de
principios de año. Los congresistas republicanos, en algunos casos hasta con
tono burlón, le dieron la espalda a su empeño de meses de no recomendar
públicamente el uso de tapabocas contra la propagación del Covid. Su reciente
sugerencia de que se deberían aplazar las elecciones hasta que se controle la
pandemia, descabellada por su inconstitucionalidad y algo que no sucedió ni
siquiera durante las guerras mundiales, fue tajantemente rechazada por todos
los miembros de su partido y por el canal de noticias Fox News, célebre por sus
posiciones conservadoras y por su apoyo incondicional a Trump. Estos leves
distanciamientos de Fox News son una muestra del cambio del panorama político
en los últimos meses. En una entrevista del 19 de julio, Chris Wallace, el
periodista más reputado de Fox News, fue abiertamente hostil contra muchas de
las afirmaciones falsas de Trump, un trato nada común en esta cadena hacia el
presidente.
Así las
cosas, el desenlace de noviembre parece claro. Sin embargo, y para sorpresa de
muchos, el drama no termina ahí. La gran incógnita que se está perfilando para
noviembre es cuál va a ser la actitud de Trump de cara a un resultado
desfavorable en las elecciones. En los últimos días, preocupado por su pésimo
desempeño en las encuestas, Trump parece estar creando condiciones para socavar
la credibilidad del sistema electoral y del servicio de votación por correo
postal, el cual es común en ese país y una alternativa destinada a ser
protagonista en unas elecciones caracterizadas por el distanciamiento social.
Para un país acostumbrado a transiciones de poder pacíficas y decorosas, la no
aceptación de la derrota de un presidente en ejercicio sería un evento sui
generis que despierta muchos temores sobre la solidez de las instituciones. Lo
que antes era inimaginable ya se volvió plausible.
En una
entrevista del pasado 11 de junio, el humorista político Trevor Noah le
preguntó a Biden qué pensaba de la posibilidad de que Trump recharaza los
resultados de las elecciones y se rehusara a dejar la Casa Blanca. Y Biden,
como si llevara semanas esperando a que algún periodista le hiciera esa
pregunta, respondió con frescura y sencillez que estaba convencido de que las
fuerzas militares estadounidenses creen en la democracia y no en la dictadura y
que “escoltarían” a Trump fuera de la Casa Blanca “al instante” si la situación
lo exige. A estos niveles hollywoodescos de tensión política hemos llegado.
Las
elecciones tienen entonces un pronóstico más despejado para noviembre, pero crece
la incertidumbre sobre cómo serían el cambio de mando y la transición política hasta
la posesión de Biden en enero.
Sin embargo,
y aunque más despejado el pronóstico electoral, es sano decir que hasta no tener
los resultados no hay certezas: hace cuatro años entre Hillary y Trump sucedió
el resultado más inesperado. Sería muy ingenuo pensar que ya sabemos el
desenlace esta vez. Aun con pandemia y con Trump en picada, Estados Unidos
sigue siendo un país enormemente polarizado, dividido, con heridas sociales y
raciales abiertas. Para muestra, el 30% de aprobación a Trump en el manejo de
la pandemia que nos muestran las últimas encuestas para el conjunto de los
votantes esconde un 75% de aprobación en el manejo de ésta entre los votantes
republicanos.
Más
despejadas, decíamos, pero siguen siendo entonces unas elecciones en las que
cualquier cosa puede pasar.
Y no es
exagerado decir que lo que pase en los próximos cien días en Estados Unidos
define el curso de la política mundial de esta década.
(Imagen: ABC Australia)
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